por Juan Pabón Hernández (*)
De la profunda interioridad que San José desarrolló, de su silencio, prudencia, sumisión y confianza en Dios, surgió la más humilde, obediente y amorosa aceptación de la voluntad divina.
Y llegó a ser tan ejemplar, que la educación de Jesús tuvo una enseñanza basada en la sencillez, con la ternura y la bondad como fundamentos, para dotarlo de sabiduría y ser consuelo de los afligidos.
Dios encargó a San José esa diligencia, porque sabía que él correspondería con una vida de trabajo, oración y sacrificio, con valores que se reflejaran en el redentor con visión luminosa de profeta.
Esa paternidad espiritual es un espejo que nos orienta en el difícil aprendizaje de esperar e intuir el don de la fe, para arraigar a nuestra existencia las virtudes esenciales de la verdad infinita.
San José nos anima a la perseverancia, a renovar constantemente nuestro proyecto de vida, con la misión de tallarlo en el corazón, con la ilusión de que sea siempre un testimonio de dignidad.
Así como plasmó en Jesús costumbres cotidianas y sabias, cultivadas de esa semilla bonita que sembró en su alma, San José nos hace herederos de su palabra, para entender nuestra tarea.
Su dadivosa fuerza intercesora, callada y magistral, transforma la fragilidad humana por una gracia con sueños de perfección: ¡Vayamos a su carpintería…!, allí aprenderemos a pulir nuestra madera.
(*) El autor, Juan Pabón Hernández, cucuteño de toda la vida. Ex presidente de la Academia de Historia de Norte de Santander y poeta consagrado. Catedrático. Es editor de «Imágenes», revista dominical del Diario La Opinión de Cúcuta.