por Juan Pabón Hernández (*)
Para los griegos, la sabiduría era la capacidad de hacer todo con el anhelo de convertir los actos más sencillos en esencia de nobleza y fundamentar, así, la enseñanza del honor y la virtud.
Y eran suficientes cuatro conceptos: Autarquía, bastarse uno por sí mismo para sentirse digno, Areté buscar la excelencia, Entelequia, sentirnos parte de un fin, y Eudaimonía, generar la necesidad vital de ser felices.
Eso significa asumir una Misión y una Visión, la primera, para vivir el presente, tal como se da, como sostenido en las alas de un pájaro transparente que no alcanza a extenderse tanto hacia el horizonte, por cuidar su vuelo con sensatez.
La segunda, la Visión, para ampliar la versión personal -espiritual- hacia el futuro, liberar los colores monarcas, así como lo hacen las mariposas, tan sabias como para presentir un porvenir hecho de círculos lógicos de tiempo.
Ambas están dotadas de un extraño afán de colgarse de la realidad, pero creando -en paralelo- un mundo de sueños, con la perfección de las ideas buenas, tan sanas como el reflejo de la inmortalidad en el espejo del alma.
A los aficionados a la literatura nos queda más fácil intentar unirlas, entenderlas como un destino natural, con un poquito de aquí y otro de allá, y un exquisito silencio deslizándose sigiloso, sin importar si hoy es mañana, o al revés…
Con una mirada ingenua y el susurro constante de una verdad íntima enraizada a nuestro destino: ¿Estamos en capacidad para lo que nos proponemos, o, podemos volar sobre la escasez humana, para descansar en una franja alargada, como el crepúsculo que se da entre una playa y su cielo?
(*) El autor, Juan Pabón Hernández, cucuteño de tiempo completo. Ex presidente de la Academia de Historia de Norte de Santander. Ingeniero civil hasta cuando la cátedra, la filosofía, la historia, las letras y la poesía lo cautivaron. Ex editor de «Imágenes», revista dominical del Diario La Opinión de Cúcuta. Actual director de la revista «Semillas», también de Cúcuta.