Por: Jorge Emilio Sierra Montoya
En 1974, a doña Nidia Quintero de Turbay le surgió la idea de crear una fundación orientada a la formación de valores como la solidaridad. Pero, ¿cómo la tuvo? Ante todo, por un trágico hecho que la tocó de cerca: el hijo de un conocido empresario fue asesinado al frente del Club Los Lagartos en Bogotá, sector donde ella residía con su esposo y futuro presidente de la república, Julio César Turbay Ayala.
Se requiere -pensó entonces- educar para la vida, tanto como para el respeto de sí mismo y de los demás, a través de una entidad que bien podría ser una fundación, según le comentó a su amigo Germán Zea Hernández, quien de inmediato acogió, con entusiasmo, la iniciativa.
Pero, también la acogieron otras personalidades nacionales, como Jaime Michelsen Uribe y los directores de varios medios de comunicación, quienes se reunieron en su casa para animarla a realizar su proyecto, el cual de ningún modo -les advertía- puede confundirse con la actividad política o proselitista de su marido, quien asumió la embajada en Washington, de donde regresaría para asumir la jefatura del Estado en 1978.
Y fue en ese año, tras la posesión presidencial, que Solidaridad por Colombia, creada en 1975, recibió su personería jurídica durante un acto en la Biblioteca Luis Ángel Arango, al que asistieron miembros fundadores como Belisario Betancur, Germán Zea y Carlos Ardila Lüle, quien donó la primera sede de la naciente institución.
Con las botas puestas
Doña Nidia fue pionera en tal sentido, ya como primera dama de la nación, dedicada por completo a la acción social, de veras sin antecedentes. “Hice una labor que nunca habían hecho las primeras damas”, afirma con orgullo.
Desde un comienzo, su labor fue intensa, siempre en coordinación con ministros y gobernadores, especialmente cuando se trataba de ayudar a los damnificados por desastres naturales.
En 1979, cuando Tumaco fue azotado en la madrugada por un maremoto, ella se apareció en el sitio de la tragedia a las seis de la mañana, hecho muy destacado en la prensa nacional, donde era mostrada, en las fotografías, con sus botas puestas, cruzando por barrios inundados, cuyos humildes ranchos había recorrido antes “en campaña”.
En ese mismo año la alcaldía de Bogotá pidió su ayuda para recaudar fondos que permitieran atender a un grupo de niños sordomudos.
“Sería una caminata para recaudar el dinero”, fue la propuesta que le hicieron, sabrá Dios por idea de quién.
Caminata en marcha
Aceptó el reto, sin pensarlo dos veces. La caminata, promovida y organizada por Solidaridad por Colombia, tuvo un éxito rotundo, tanto que decidió asumirla como proyecto bandera de su fundación, ahora con la participación de famosos invitados internacionales y el debido patrocinio de empresas privadas, conscientes de la responsabilidad social que les compete.
En su segunda versión, vino Cantinflas; en la tercera, El chavo del ocho; en la cuarta, los integrantes del grupo musical Menudo, y en el quinto, Pelé…, figuras que atraían a la gente en forma multitudinaria, como ríos humanos extendidos a lo largo de la carrera séptima, donde también empezaron a desfilar actores de televisión, líderes políticos y cívicos, modelos profesionales y hasta comparsas del Carnaval de Barranquilla.
Es la gran marcha de la solidaridad por Colombia, la cual tiene, además, hondo significado cultural, educativo, pero también de recreación, de sana convivencia, de firme unión en torno a los valores cívicos, sociales y democráticos.