Don José Carulla y Vidal, junto a su familia
por Jorge Emilio Sierra Montoya
Don José Carulla y Vidal nació en Navarcles, una pequeña población de Cataluña. Era, pues, español de pura cepa, como también lo fueron sus antepasados.
Pero, con el paso del tiempo terminó en Barcelona. Siendo empleado de una empresa –Colom, se llamaba-, vendía productos coloniales y ultramarinos, en la terminología de entonces: café, quina, caucho…, o sea, provenientes de los países tropicales (Colombia, entre otros).
Era algo así como gerente de ventas.
En tales circunstancias, logró un amplio conocimiento del mercado, en especial de personas vinculadas al comercio exterior, sector al que se dedicó, por lo cual no tardó en establecer relaciones con el cónsul colombiano en aquella ciudad, naturalmente por cuestiones referentes al café.
El diplomático -Cortés Blanco, por más señas-, dada la simpatía de su amigo catalán o por aprecio y confianza en sus notorias habilidades como hombre de negocios, le propuso que hiciera una sociedad con su hijo Eugenio Cortés Gregori, manteniendo su actividad comercial.
Fue por eso que don José se vino hasta Barranquilla, dispuesto a sacar adelante una nueva empresa: Carulla & Cía., lo cual sucedió en 1905, a comienzos del siglo pasado, ¡hace casi 120 años!
Se trata, pues, de una firma centenaria, cuya historia apenas empieza.
Estafa “a futuros”
Su propósito inicial era exportar, es decir, enviar desde aquí los artículos que antes importaba en España.
Luego vio que también era buen negocio traer desde el viejo continente algunos productos -vinos, galletas, bienes manufacturados, etc.-, completando así el ciclo del comercio exterior en su totalidad.
Desde el principio supo, sin embargo, que la mejor plaza para ello no era Barranquilla sino Bogotá, adonde se trasladó tres años después.
En la carrera octava con calle Florián, en pleno centro y cerca de la Plaza de Bolívar, abrió un almacén, una modesta cigarrería, para importar e importar y, sobre todo, surtir de mercancías foráneas a las demás ciudades del país, contando con su experiencia.
Hasta cuando le dio por montar una industria cafetera en Cúcuta, dizque para exportar café en grano, con tan mala suerte que estuvo a punto de caer en la bancarrota, por culpa de una estafa. El hecho es que su socio en la capital nortesantandereana, quien fue a vender un enorme cargamento de café en el mercado de futuros de Nueva York, recibió el pago correspondiente y se fugó, dejando a don José Carulla y Vidal al borde de la ruina.
Se salvó de milagro, por fortuna, En efecto, dada su fama de hombre honesto y trabajador, conocedor cual más de los negocios relacionados con el comercio exterior, una familia amiga de Barcelona -“Los Millet”- le tendió la mano, con dinero suficiente para volver a levantar cabeza.
Así, los hermanos Millet reunieron un capital significativo y formaron con él una nueva empresa -¡sin cambiar el nombre de Carulla & Cía!-, siguiendo en la citada actividad comercial, pero centrados ya en las ventas al por mayor, dentro de una sociedad en comandita.
Los Millet, entonces, terminaron de socios capitalistas, mientras él con su hijo José y Bernardo Luque (padre de Enrique Luque Carulla), se comprometían a aportar una suma similar a la de aquellos, haciendo las veces de comanditarios.
Los dos grupos quedaron con igual participación accionaria, cada uno con la mitad, según el acuerdo suscrito.
Relevo generacional
José Carulla hijo, a quien acabamos de mencionar también como accionista, reemplazó en el cargo a su padre cuando éste decidió retirarse.
Comenzaba así una nueva etapa en Carulla, al mando de los Carulla Soler (que se prolongaría, con él y su hermano Jorge, hasta mucho después, cuando el Grupo Éxito adquirió la compañía en 2007).
En aquel momento, José Carulla Soler tenía apenas treinta años y acaso por esto, por su temprana edad, hizo cambios sustanciales en la empresa, el principal de los cuales no fue otro que abandonar el tradicional negocio de la exportación para especializarse en el mercado interno.
Más aún, en 1938, cuando recién había tomado las riendas del poder, abrió lo que sería el primer esbozo de un supermercado, en la carrera 13 con calle 33 de Bogotá, para la venta de mercancía importada y ciertos productos industriales o agroindustriales de origen doméstico, dado que la industria nacional estaba en pañales.
Ahí, en ese local, empezaron las ventas en detal, hasta alcanzar su cabal desarrollo, donde participó un “productor de mermeladas”, de origen alemán, cuyo nombre nadie recuerda.
No era un supermercado en sentido estricto, pues poseía ciertas características muy distintas a las que hoy tienen dichos negocios: los empleados todavía atendían en forma directa, personal, a los clientes, quienes se favorecían con créditos, y era mínima la venta de frutas y verduras, como si no formaran parte siquiera de la dieta habitual de los colombianos.
Sobre su tamaño, nada comparable a sus similares de las últimas décadas, ni mucho menos a los hipermercados que hicieron su aparición tras adoptarse el modelo, en los años noventa, de la apertura económica.
Baste anotar que la madre de los Carulla Soler iba a la plaza de mercado de La Concepción, situada cerca de su casa, para comprar tales productos y hasta pollos que después ofrecían en la tienda, bautizada ahora con el aviso de Carulla & Cía,, puesto sobre la puerta del local.
El expendio de carne, a su vez, era atendido por un carnicero, quien sorprendía al público con su gigantesca nevera, también la primera de su género en llegar al país.
No había venta de pan, que llegó con el paso del tiempo.
El primer supermercado
Al negocio de la 13 con 33 se sumó otro, abierto en 1941, por los lados de la avenida Chile con carrera séptima (aún existe el edificio que sirvió de sede en su planta baja), cuyo manejo entregó a Jorge, su hermano menor, recién desempacado de Estados Unidos, donde, igual que él, hizo estudios de ingeniería química.
En un abrir y cerrar de ojos, tenía cinco cigarrerías, localizadas en sitios estratégicos de la ciudad, a partir del modelo inicial, la del centro, cerrada tras El Bogotazo del 9 de abril de 1948, cuando fue asesinado el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. Por cierto, el local fue uno de los pocos que se libró del incendio y los saqueos que se desataron entonces.
A mediados de 1950, este proceso de modernización en Carulla condujo a la aparición del primer supermercado en Colombia, con la característica principal del autoservicio y la correspondiente eliminación de los vendedores para entregar mercancía a sus clientes.
Los Carrulla, entonces, fueron pioneros de los supermercados en Colombia. Más exactamente, lo fue don José Carulla Soler, atento a los avances del comercio allende las fronteras, sobre todo en Estados Unidos.
Las condiciones externas lo favorecieron, por fortuna. En efecto, la Segunda Guerra Mundial, que generó menos producción de bienes y servicios en las grandes potencias, generó la restricción de importaciones al mercado interno, situación aprovechada a cabalidad por Carulla & Cía. para ofrecer productos nacionales, prolongación de la política trazada años atrás por el fundador de la empresa.
La crisis internacional, por consiguiente, impulsó el negocio, el cual mantuvo una tendencia creciente, de consolidación y expansión, a lo largo de las siguientes décadas.
Por tal motivo, cuando José Carulla Soler falleció en 1974, las operaciones se habían extendido a Cali, donde adquirió una cadena de almacenes; a Barranquilla, como para retomar los orígenes, y a Ibagué, proyecto que, a diferencia de los anteriores, debió cancelarse.
Pero, ¿qué imagen dejó quien fue, a todas luces, el artífice de los supermercados Carulla? Para su hermano Jorge (quien le sucedería en el cargo, que ocupó hasta su muerte en 2007), la de un hombre íntegro, visionario, innovador, que incorporó las últimas tecnologías comerciales a su empresa para hacerla competitiva.
Nunca olvidó, además, que los empleados son la materia prima por excelencia, siendo ese capital humano del que siempre dependen, cualquiera sea su nivel, el servicio y la calidad, claves del éxito en los negocios.