ilustración de Las Dos Orillas
por Ricaurte Losada Valderrama
En anterior columna recordé que cuando se expidió el Estatuto de 1991 la globalización había penetrado prácticamente todo el planeta y el poder de las transnacionales era ya superior al de muchos Estados y que este modelo le resta poder a éstos y les hace acondicionar sus estructuras para ensanchar el voraz apetito económico de ellas.
Agrego ahora que es contradictorio que el Estado neoliberal tenga respaldo en una Constitución que también consagra el Estado Social, lo cual lleva en alto grado a la ineficacia de este.
La meta del Estado y, con mayor razón, la del Estado Social, debe ser el crecimiento de la economía con igualdad y el objetivo central del desarrollo económico tiene que ser la distribución con equidad de los beneficios del crecimiento, hecho este que supone la participación e intervención del Estado en la economía.
En Colombia tenemos necesidad de modelos socioeconómicos con fuerte intervención del Estado sobre el bien público de la moneda, en la medida en que hay escasos subsidios, deficiencia en los servicios públicos, además de retrasos enormes en educación y salud.
Entonces careció de sentido desmontar gran parte del Estado cuando su presencia no había llegado a muchas regiones y donde los departamentos periféricos plantean tantos retos, o mediante la privatización impaciente de tantas empresas públicas corriendo el riesgo de feriarlas a menos precio, como se ha hecho.
Una de las formas de aplicación del modelo neoliberal que más ha afectado al país y ha acabado con el ahorro y el esfuerzo de muchas generaciones de colombianos han sido las privatizaciones que han desmantelado al Estado privándolo de recibir mejores dividendos económicos y sobre todo sociales.
Como consecuencia del aumento de las desigualdades sociales se han acentuado los problemas. El país se convirtió en uno de los más violentos del mundo a causa de la delincuencia común, subyugado por la corrupción, los paramilitares y la guerrilla que ha persistido por tantos años, ante la existencia de factores objetivos que la motivan. De hecho, gran parte de los fenómenos de violencia se han originado en la falta de oportunidades económicas, políticas y sociales para la mayoría de la población.
Concentrados los medios de producción y el ejercicio político, se impone la necesidad de brindar oportunidades que posibiliten una redistribución del ingreso y de la riqueza y, a través de ello, una real democratización económica y política.
Este es el verdadero desafío para alcanzar la paz, pues hace tiempo el país debió entender que mejor propósito que acabar con los ricos es terminar con la pobreza. Como decía John F. Kennedy, si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos.
En estas condiciones se han hecho muchas reformas tributarias y, por supuesto, no solo la actual y los problemas de orden integral han continuado y continuarán mientras no se cambie el modelo económico, el cual debe combinar lo positivo del capitalismo con lo positivo del socialismo, los cuales se pueden juntar y complementar en la búsqueda de la libertad y la igualdad, con participación de la economía solidaria que constituye el más adecuado punto de unión de ellos.
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