por Juan Pabón Hernández (*)
Los sabios nos han enseñado que la existencia es un exilio indispensable para descifrar algo mágico, un suceso incógnito, una gran idea que nos induce a allanar la escasez mortal y percibir el lenguaje del infinito.
Y la humildad nos advierte que todo estaba antes de nosotros y continuará, sin que nada importe si faltamos, y que, únicamente, somos un simple eslabón del principio de continuidad de una red misteriosa que tupe los destinos.
De manera que vivir es como escribir en la arena y correr antes de que la marea borre el mensaje, saber que no hay respuestas, sino intuiciones, de una verdad cautiva que debemos liberar en el corazón.
Siempre estamos a la distancia de un sueño, o del eco del silencio universal que nos permite captar y cultivar un presentimiento milagroso para avanzar, con las huellas de Dios en cada paso, y forjar una leyenda personal.
La razón humana sólo debe cruzar un estrecho puerto, llamado vida, para ascender hasta el alma del mundo, con la lógica innata de que todo es eterno y la naturaleza está llena de belleza.
Y está ahí, a la mano, en la quietud hermosa de la mañana, en el viento fresco que baja de la tarde, o en cualquiera de los colores de una flor que anuncia las señales de luz regadas en el camino.
Es imposible detener el ritmo del tiempo, pero él nos concede fragmentos de lucidez, para ir hacia el horizonte azul con el bastón de la sabiduría y la paciencia como inspiradora de nuestra propia esperanza.
(*) El autor, Juan Pabón Hernández, cucuteño de toda la vida. Ex presidente de la Academia de Historia de Norte de Santander y poeta consagrado. Catedrático. Es editor de «Imágenes», revista dominical del Diario La Opinión de Cúcuta.