por Juan Pabón Hernández (*)
Somos el tiempo que nos queda y debemos hacerlo, tan valioso, como para cultivarnos y, en especial, dar un sentido absolutament íntimo a ese fragmento de nuestro yo que nos da luz para pescar estrellas con las manos,
Los maestros hindúes enseñan que la espiritualidad se concentra en siete Chakras (círculos, o ruedas), como centros de energía y, en su sabiduría, los han relacionado con diferentes partes del cuerpo humano.
Además, los referenciaron con los siete colores y las siete notas musicales, otorgándoles una maravillosa opción de conjugarse con instantes y espacios sublimes, llenando los vacíos con dimensiones ancestrales:
RAÍZ. Color Rojo, nota Do. Se bloquea cuando es obligado a moverse. SACRO. Naranja, Re: Concretar las cosas. Las cicatrices son barreras a la creatividad. PLEXO. Amarillo, Mi: Soltarse y vibrar en consonancia con patrones secuenciales. CORAZÓN. Verde, Fa: Centro del amor. Volver a casa. GARGANTA. Azul, Sol: Liberar la música del interior. TERCER OJO. Índigo, Expresar la energía. CORONA. Violeta, Sí. Dar jerarquía a la espiritualidad para volver a ser la semilla que somos.
Cuando una persona adquiere jereraquía, atrae secretos de la naturaleza, valores que nos permiten adoptar códigos genéticos que moldean una visión sumisa del horizonte, compatible con la esencia de paz que el alma anhela.
La mística de los orientales legó un humanismo profundo, con una vigencia de la memoria fundamentada en una verdad que podemos descifrar sólo pensando en la belleza. (Lástima que los occidentales no la hubiésemos asimilado…)
(*) El autor, Juan Pabón Hernández, cucuteño de tiempo completo. Ex presidente de la Academia de Historia de Norte de Santander. Ingeniero civil hasta cuando la cátedra, la filosofía, la historia, las letras y la poesía lo cautivaron. Ex editor de «Imágenes», revista dominical del Diario La Opinión de Cúcuta. Actual director de la revista «Semillas», también de Cúcuta.