Foto de la Fundación Aprovat
por Juan Pabón Hernández (*)
El caminante aprendió a ser artesano de una deliciosa rutina, a conversar con su silencio, a intuir la fragilidad de la tristeza y enamorarla con una canción y el encanto romántico del cucú de un reloj de antes.
Cuando sale a pasear, con su pensamiento, teje una alianza íntima y majestuosa de secretos, para dejar volar sus ideales, guardarlos en la historia del viento y aprehender de la naturaleza los misterios del universo.
Y en su soledad, acompañada sólo de anhelos, la belleza brota como los sombreros de cristal del rocío, para dotarse de espiritualidad y descifrar, en el eco de las campanas distantes, la resonancia de su destino.
Sus pasos, lentos, siempre son los mismos y lo hacen guardián de su tiempo, como esperando cosas que se acostumbraron a llegar tarde a su vida, a proveer la alforja de sueños antiguos y a dar un ritmo bonito a su esperanza.
Cuánto estudio, cuánta dedicación, para al final saber que, en las flores y los pájaros, a la orilla de un río, o mirando el mar o la montaña, el vacío del alma comienza a llenarse de sabiduría, en la sencillez de una aurora.
La libertad se asoma entonces, se despliega ante sus ojos, y la imaginación -con su magia- resuelve el ciclo de los recuerdos y define qué estaba antes y cuándo será porvenir, para sentirlo en el presente.
En estos días me contó que los umbrales del horizonte únicamente emergen de las sombras cuando el corazón dibuja ilusiones, algo así como la ruta de los colores que va sembrando el arco iris en la lejanía.
(*) El autor, Juan Pabón Hernández, cucuteño de toda la vida. Ex presidente de la Academia de Historia de Norte de Santander y poeta consagrado. Catedrático. Es editor de «Imágenes», revista dominical del Diario La Opinión de Cúcuta.