por Jorge Emilio Sierra Montoya (*)
Durante 1957, en las postrimerías de la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, Colombia soportaba un terrible clima de violencia y zozobra. Eran tiempos sombríos, de angustia colectiva.
Las universidades no eran ajenas a esto, ni mucho menos. Al contrario, la represión militar se desató contra los estudiantes en sus protestas callejeras, con trágicas consecuencias como la matanza de que fueron víctimas los jóvenes que marchaban, con el sueño de la libertad en sus corazones, por la carrera séptima con calle 13, en el centro de Bogotá, preámbulo, por fortuna, de la posterior caída del régimen.
Para entonces, Jaime Posada Díaz, fundador y rector de la recién creada Universidad de América, defendía a capa y espada la democracia, con pleno apoyo al movimiento liderado por el ex presidente Alberto Lleras Camargo tras abandonar la rectoría de la Universidad de los Andes, promoviendo en tal sentido otro movimiento, esta vez entre los máximos directivos universitarios, quienes eran sus colegas.
Encuentros de rectores
Fue así como se realizaron encuentros universitarios, al más alto nivel, para actuar en forma armónica, coordinada, a los cuales asistían, entre otros, los rectores del Rosario, Castro Silva; el Externado, Hinestrosa Daza, y Javeriana, padre Carlos Ortiz Restrepo, conscientes todos a una de la responsabilidad histórica que les había tocado en suerte.
No fue de extrañar, entonces, que, luego de tan terribles sucesos, decidieran, al unísono, cerrar las universidades, más aún cuando el gobierno extremaba sus medidas de control, siempre de carácter represivo, en los centros educativos, según disposiciones de la ministra del ramo, Josefina Valencia, hija del célebre poeta payanés, autor de Anarkos.
Los rectores se reunían, además, para hablar de su oficio, de los proyectos conjuntos que debían emprender, de cómo debían integrarse para mejorar la calidad de la educación y la labor investigativa, como si fueran uno solo o se tratara de una universidad única, unida y universal, según los principios que le habían dado origen en la Edad Media.
El nacimiento de Ascun
Se fue formando, pues, una asociación de universidades en Bogotá, integrada por sus rectores, que Jaime Posada, en su condición de promotor, fue a impulsar también en Medellín, adonde le habían invitado a dictar una serie de conferencias sobre el general Francisco de Paula Santander, otro de sus personajes favoritos de la historia patria.
En la capital antioqueña fue recibido con los brazos abiertos. Su iniciativa caló de inmediato. Tanto que los rectores del momento (Gonzalo Restrepo Jaramillo, en la de Antioquia; Monseñor Félix Henao Botero, en la Bolivariana, y Eduardo Fernández Botero, en la de Medellín) le manifestaron su apoyo irrestricto, asumiendo las consecuencias políticas por los compromisos correspondientes.
De regreso a Bogotá, en un mensaje trascendental como se vería con el paso del tiempo, propuso a sus colegas crear una asociación de universidades, cuyo lanzamiento debería hacerse en un encuentro nacional de rectores, el cual tuvo lugar en Medellín el 12 de octubre de 1957, con delegados de todo el país.
Sí, en un Día de la Raza, cuando celebramos el descubrimiento de América, nació la Asociación Colombiana de Universidades -Ascun-, teniendo como telón de fondo la lucha, que al fin saldría victoriosa, contra la dictadura, por la concordia nacional y el restablecimiento de las instituciones democráticas porque realmente el sistema político y constitucional estaba acabado.
“Yo soy el fundador de Ascun”, decía Jaime Posada con el orgullo y la satisfacción del deber cumplido.
(*) Autor del libro “Jaime Posada: El poder de las ideas”, publicado por la Asociación Colombiana de Universidades -Ascun- al celebrarse el cincuentenario de su fundación en 2007.