El nuevo bono pensional, también para los adultos mayores más pobres en el exterior

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Los colombianos que residen en el país, tienen la creencia que todos los emigrantes viven en mejores condiciones, que emigrar siempre es sinónimo de buscar y encontrar mejoras.

Buscar es correcto, siempre se mira hacia un horizonte lleno de esperanzas y eso nos lanza a la aventura de dejar familia, amigos, los pocos bienes y las casi nulas posibilidades de progreso. El emigrante colombiano en la mayoría de los casos busca desesperadamente un pasaporte que después de largas filas obtiene, pero su frustración empieza cuando le niegan la visa para viajar a los Estados Unidos, cuando emigrar a Europa o Canadá se le vuelve imposible, porque se necesitan altos recursos económicos para realizar ese sueño.

Entonces el emigrante colombiano empieza a mirar paisajes latinoamericanos, hermosas tierras y facilidades de viajar, ante la exención de una visa, costo del viaje más económico y entonces arma su pequeña maleta repleta de ilusiones y sale a países como Ecuador, Venezuela, Argentina, Perú o Chile. Estos son los principales países donde emigra el colombiano, donde no necesita un segundo idioma, donde las costumbres son muy similares y así la adaptación mucho más fácil.

Esa tonelada de quimeras se frustra, porque en esos países las tasas de desempleo son altas, la remuneración similar o peor que en Colombia, la posibilidad de conseguir un techo se vuelve imposible ante la carencia de apoyo del país receptor. No alcanzan sus recursos para cubrir las necesidades de sus nacionales, y de esta manera pasan nuestros colombianos a ser parte de los cordones de miseria que rodean las grandes ciudades latinoamericanas, como es el caso de Petare, en Caracas, a donde los colombianos llegaron muchas veces discriminados, como lo relata Mario Arias Gómez, ex cónsul de Colombia en Venezuela durante el gobierno de Belisario Betancur. Narra que existía el pasaporte verde para el colombiano con platica y el pasaporte gris para el emigrante colombiano que llegaba en busca de mejorar sus condiciones de vida y que al arribar a un hotel con pasaporte gris, gris le era la noche porque para él no había alojamiento.

Ahora esos colombianos son perseguidos por la guardia venezolana para quitarles lo poco que tienen y luego deportarlos por no tener legalizada su situación migratoria. El líder colombiano Jaime Arzayus nos dice que  allí encontramos cerca de 150.000 personas mayores, en condiciones de pobreza extrema, y es por eso que hoy escribo, para pedirle al gobierno de la Colombia Humana, al gobierno del cambio y al Congreso de la República, que en la reforma pensional incluyan en el pilar solidario a estos colombianos que requieren de  ese auxilio con urgencia, para no morir de hambre.

Los salarios en Venezuela son de miseria y no alcanza para ayudarle a las personas mayores. El gobierno del vecino país no tiene ni siquiera para los venezolanos mayores. Recordemos que allí la pensión son míseros cinco dólares, y ante esta realidad la persona mayor tendría una mejor pensión, pues $ 230.000 del bono pensional que está a consideración del Congreso Nacional equivaldrían a unos $60 dólares.

La Fundación Envejecer con Felicidad, estará atenta a brindar información al Senado de la República para concientizarlos de que todos somos colombianos, los que vivimos aquí y los que viven allá, y todos estamos amparados por la Ley 2055 de 2020, que adoptó la Convención Interamericana de los Derechos Humanos de las personas mayores.

No aprobar este pilar para los adultos mayores que viven precariamente en el exterior, sería violatorio de la Constitución Política Colombiana artículo 13, donde se proclama el derecho a la igualdad.

Gratitud de las personas mayores con el senador Guido Echeverri, quien se ha convertido en un férreo defensor de esta población colombiana. Que en hora buena también tomó la bandera de los colombianos más pobres en el exterior.

Antonio Cano García

FUNDACIÓN ENVEJECER CON FELICIDAD