Ernst Ligteringen
por Jorge Emilio Sierra Montoya (*)
Lecciones del exdirector del Global Reporting Initiative -GRI-, Ernst Ligteringen, en mi ya próximo libro de
Amazon sobre Desarrollo Sostenible: De la Responsabilidad Social Empresarial y Universitaria a la Sostenibilidad.
Industria al banquillo
Según Ernst Ligteringen, ex director del GRI, nunca antes, a lo largo de su historia milenaria, el hombre
había alcanzado tan altos niveles de bienestar, con un crecimiento económico espectacular gracias al
desarrollo científico y tecnológico. Pero, tampoco hay precedentes de tanta miseria en el mundo.
Peor aún, la forma de producción que tenemos, aunque bastante avanzada, resulta poco eficiente desde
el punto de vista ambiental porque destruye los recursos naturales en lugar de conservarlos, poniendo en
grave riesgo la supervivencia de la humanidad, cuya población además se ha multiplicado en las últimas
décadas.
Tan terribles afirmaciones se confirman, a su vez, en varios indicadores que muestran cómo el planeta no
aguanta más las prácticas tradicionales de producción e incluso de consumo, dados los perjuicios tanto
ambientales como estrictamente sociales.
Así, el cambio climático generado por el uso de combustibles fósiles como el petróleo y la correspondiente generación de gases de efecto invernadero, provoca escasez de agua, sorpresivos y drásticos cambios meteorológicos traducidos en inundaciones y sequías, y crisis alimentaria, entre otros fenómenos que golpean con rigor a millones de personas.
Es una situación crítica, en verdad. Y por serlo, por estar en juego la supervivencia del hombre sobre la
Tierra, es necesario cambiar de rumbo, con reformas estructurales, de fondo, que permiten hablar de una
nueva revolución industrial basada en principios de sostenibilidad. “Estamos en el principio de esa revolución”, asegura.
Otra revolución industrial
Se requieren -insiste- cambios de fondo, a nivel global, dando al traste con el modelo de desarrollo
vigente a través de la industrialización y, por consiguiente, en nuestros negocios, cualesquiera sean.
En el primer caso, sobre la industrialización, su afirmación es contundente, demasiado explícita: “¡Hay
que acabar con la adicción al petróleo!”, llamado que justifica de inmediato al recordar que el 90% de la
economía mundial funciona con base en ese combustible, el llamado “oro negro”, cuya variación de
precios siempre causa enorme impacto en las distintas economías.
En su opinión, el petróleo es un recurso finito, próximo a agotarse, y genera el citado cambio climático que obliga -repite- a adoptar medidas de emergencia, donde se consideran aspectos económicos, del
mercado, así como sociales y ambientales, o sea, la sostenibilidad en su triple dimensión (económica,
social y ambiental).
Sustituir el petróleo implicará, por tanto, cambios en los procesos de producción, en los medios de
transporte, en la generación de energía y, a fin de cuentas, en la vida social en general, cambios de los
que ninguno de nosotros podrá estar ajeno. “Será otra gran revolución industrial”, subraya con entusiasmo. No cae por ello, sin embargo, en el pesimismo. Al contrario, confía en que los avances científicos permitirán desarrollar las nuevas tecnologías necesarias y, en consecuencia, resolver tan graves problemas sociales.
La solución, a su turno, tendrá igualmente que ser económica, ambiental y social, con un papel protagónico por parte de las empresas, sean grandes, medianas o pequeñas. La solución está en la sostenibilidad, para expresarlo sin rodeos.
Sostenibilidad y RSE
Pero, ¿cuál es la diferencia -se preguntará- entre Sostenibilidad y Responsabilidad Social Empresarial,
palabras que algunas personas consideran equivalentes?
Según Ligteringen, ambos conceptos tienen mucho en común, aunque el primero apunta -al decir de un
amigo suyo, cuya definición adoptó como propia- “a vivir, producir y compartir este mundo de tal manera
como si fuéramos a permanecer acá por varias generaciones más”.
En realidad, la sostenibilidad, a juzgar por los mencionados reportes del GRI, incluye los triples resultados
de las empresas: económicos, ambientales y sociales, lejos de reducirse al tradicional balance financiero,
sobre el estado de pérdidas y ganancias, que a su modo de ver sólo presenta una visión del pasado, cual
espejo retrovisor.
El informe, en fin, es como un radar -explica- que permite ver las oportunidades y riesgos de la empresa,
más allá de lo estrictamente financiero, de utilidades o pérdidas contables.
Y claro -agrega-, otra característica de los informes es el diálogo con los diferentes grupos de interés
(empleados, clientes, proveedores, inversionistas, comunidad, ONGs…) para medir también el impacto
ambiental y social de la compañía, identificando temas que se tornan esenciales para su posicionamiento
en el mercado y la sociedad.
Un tema clave en ese diálogo es determinar hasta qué punto la empresa ayuda a resolver problemas
como el cambio climático o, por el contrario, los acentúa. “Si es parte de la solución o es parte del
problema”, precisa.
Para Ligteringen, la sostenibilidad de la empresa y la del mundo, a nivel global, guardan una estrecha
relación. “La una tiene que ver con la otra”, explica mientras aduce que ninguna empresa podrá tener
éxito en un medioambiente y una sociedad en graves problemas, menos aún cuando los genera en lugar
de contribuir a resolverlos.
En cambio -añade-, cuando la empresa, por ejemplo, ofrece soluciones a los problemas ambientales por
medio de sus productos y servicios, su forma de operar, etc., esto se convierte en una oportunidad por la
acogida que su actuación recibe entre los clientes, inversionistas y demás grupos de interés o
stakeholders.
“Ese ya es un reto importante para la empresa”, advierte.
Cambios en las empresas
Habrá, entonces, cambios en las empresas y en los mismos empresarios, es decir, en el plano
microeconómico, no sólo a nivel macroeconómico o global.
¿Por qué? La razón es obvia: la empresa debe estar preparada para enfrentar esta nueva revolución
industrial en la producción, la distribución y el consumo, determinando las implicaciones que tendrá en los próximos años.
Tiene que prepararse, en definitiva. Y si no lo está, si deja las cosas para después, es probable que
cuando la transformación total se dé, cuando los cambios globales tengan lugar, ya sea demasiado tarde.
¿Y cómo -se insistirá con inquietud- hay que prepararse en un entorno complejo y cambiante? La
respuesta salta a la vista: el Reporte de Sostenibilidad, elaborado a partir de la metodología del GRI, le
ayuda a la empresa para prepararse en tal sentido.
Es lo que hizo el gobierno de Suecia al ordenar que sus empresas reporten los informes anuales con
base en el GRI, garantizando la cabal ejecución de sus buenas prácticas empresariales.
Las autoridades de China, por su lado, decidieron algo similar, sabiendo de antemano que allí hay
numerosas empresas estatales por el régimen comunista imperante; Wal Mart, la poderosa cadena de
comercio minorista de Estados Unidos, empieza a reclamar de sus proveedores el cumplimiento de
normas ambientales, e igual pasa con General Electric y varias firmas de Brasil, a diestra y siniestra.
“Apenas estamos empezando, pero cada vez más empresas lo aplican en casi todos los países”, declara
mientras señala que es mejor prepararse a tiempo en lugar de esperar a que sea demasiado tarde y
algunos de sus competidores les hayan cogido ventaja.
Nuevas oportunidades
Para terminar, Ligteringen vuelve sobre la responsabilidad social de todas las personas, especialmente de
los empresarios, en la solución de problemas como el calentamiento global y la miseria que convive con
elevados niveles de bienestar, nunca antes vistos.
“¿Qué estamos haciendo?”, es la pregunta que, en su opinión, nos deberíamos formular a cada momento,
poniendo así en tela de juicio nuestra responsabilidad social o, en términos del GRI, la sostenibilidad
global y empresarial.
Cuando esto se hace -comenta-, los problemas se pueden convertir en oportunidades, aquellas que
surgen por doquier con los cambios estructurales en la sociedad, el proceso de industrialización y los
negocios, incluidas las pequeñas y medianas empresas cuyo tamaño les permite ser más flexibles para
adaptarse a las nuevas circunstancias.
De igual manera -añade con la seguridad del experto-, muchas Pymes están integradas a cadenas de
proveedores de las grandes compañías que les exigen estándares adecuados a las condiciones descritas,
o prevén al menos que en un futuro cercano les impondrán tales requerimientos, por lo cual realizan los
cambios debidos.
“No queda otra salida”, advierte.
(*) Exdirector del periódico “La República”