Esta generaciòn, que perdiò.

Los colombianos nacidos en las décadas de 1950 y 1960 recibimos, vivimos y ayudamos a elaborar los hechos que para bien y para mal hoy constituyen gran parte de lo que es el país. 

Una generación puede transcurrir entre 40 y 70 años. Agrupamos sus integrantes por hechos comunes a todos, los que elaboraron, los  que les influyeron en distintos grados,  los que vivieron y siguen gozando y padeciendo, con efectos parecidos para todos.

Esta generación, en su etapa de capacitación y acción comenzó a influenciarse e identificarse por hechos desde el exterior, como el hipismo, la carrera espacial, el esplendor del cine, el Concilio Vaticano II, las guerras Fría y en Vietnam, la apertura China, el Muro de Berlín, surgimiento de la tarjeta de crédito, la vacuna contra el polio, el primer trasplante de corazón, el rock and roll y Música Disco, el boom de la literatura y las dictaduras  latinoamericanas, disquetes y calculadoras, Apple y Microsoft,  y el Mayo Francés de 1968. Infinidad de servicios nos inundaron.

Referentes muy importantes, como el nacimiento de Ecopetrol, la Vuelta a Colombia y Cochise Rodríguez gestor en Europa, el nadaísmo de Gonzalo Arango y sus pupilos, la influencia del cine mexicano, el gobierno de Rojas Pinilla, la llegada de la TV, el Conjunto Urbano Tequendama-Bavaria, el Minuto de Dios, Sutatenza y Acción Cultural Popular ACPO, la universidad como naciente fuente del conocimiento, el Inderena y el interés por los  recursos naturales renovables, el Acuerdo de Cartagena,  las guerrillas en los Llanos Orientales y la guerrilla alentada por el castrismo cubano y China, el fraude electoral en 1970, el terrible UPAC, la minería a cielo abierto, la nacionalización del Banco de la República, el inicio de Paz del Río, Unicentro, etc.

El comienzo de los secuestros, el terrorismo, el paramilitarismo y la narcotización, el éxodo del campo hacia la ciudad, la corrupción y la degradación de la Justicia.

Bien fuerte que marcó a esta generación el Frente de Trasformación Nacional (1958-1974), oprimiendo aspiraciones que no fueran de caciques perfumados y sudorosos, liberales y conservadores. “Clientelizó” y echó a perder estos partidos, al ser los exclusivos en el reparto burocrático y los recursos públicos, dando pie a la violencia gracias a la acumulación de frustraciones entre los excluidos. Centralismo y desatención a las nacientes protestas sociales organizadas.

En contraste lo científico y tecnológico, distinguida esta generación por los trabajos de los médicos, Rodolfo Llinás y los avances en neurociencia, los logros de Elkin Patarroyo en contra de la malaria, Emilio Yunis y la genética, los primeros pasos de Nubia Muñoz hacia la vacuna contra el virus de papiloma humano (VPH), Jorge Reynolds y el desarrollo del marcapasos en Colombia. Pero fue muy poco, sin la necesaria atención del poder público y de los privados.

En lo literario y cultural brilla esta generación por la creación del Festival Internacional de Teatro de Manizales, la universalización de Botero y Cien Años de Soledad.

Puntos de partida que esta generación aprovechó, desperdició, sufrió. Ya bastante madura y en su mayoría a punto de cumplir su disposición a influenciar y aportar. Una generación que pudo construir más y dejar menos deudas, bien sea por su acción, bien por tremendas omisiones y pecados.

No nos pusimos a tono con el mundo y su evolución, adoptamos más de la sociedad de consumo y menos en tecnologías, investigación y producciones. En ciencia, poco. Eso sí, en música, espectáculos, farándula y novelones, productivos. Otra cosa sería si tuviéramos vivas grandes ambiciones como la obra de Sutatenza, el Acuerdo de Cartagena, reforma agraria y el prometedor Paz del Río, por ejemplo. Con algunas excepciones las universidades, que crecieron como arroz, fueron buenas captadoras de dinero, pero de poca calidad en formación personal, educación e investigación. La educación cívica, la geografía y la Historia Patria, a un lado en los colegios.

Hechos como el Frente Nacional y el fraude electoral de 1970 reconocidamente dañinos, el primero como un monopolio político, sus consecuencias por la exclusión y el inicio de clanes políticos muy bien organizados y fuentes de corrupción. El segundo, fuente de nueva frustración y nueva oportunidad para las armas.

En otras materias como terrorismo, narcotización y violencia, culpa para ex presidentes, falsos hombres de empresa, políticos claro y en muchos casos, jueces y juristas, además de comunicadores. Los torcidos trazaron la ruta.

Es el momento de intentar recuperarnos. Debe convenirnos estudiar a fondo las influencias, las producciones, las tragedias que vivimos en esos años cincuenta, sesenta y parte de los setenta. Compartir esas y otras experiencias con millones de colombianos que están educándose e iniciando su vida productiva, que solo saben a vuelo de pájaro lo que ocurrió aquí y están llamados a poner alto en la decadente carrera que llevamos. Que también sepan y retomen el modelo de promisorios proyectos educativos, sociales, culturales y productivos en lo tecnológico y económico, que fueron y son. Intentar recuperarnos, evitar repetir lo dañino.

Ahí están generaciones como Millenials y Generación Z. Científicos sociales creen que ahí hay mucho talento por moldear. Nuestros hijos y nietos, cómo no entendernos. El tema parece ser muy personal y familiar. Hacerlo pronto, muy pronto, no sea que esos cerebros sigan el rumbo que se ha impuesto.