por Jorge Emilio Sierra Montoya (*)
Imagen de entrada: Museo Dalí
Mi primer encuentro con Salvador Dalí en Figueras, el pueblito catalán donde nació y murió, fue en La Rambla, la enorme y hermosa plaza que está a pocas cuadras de su Museo, uno de los más visitados del mundo.
Allí estaba él pintado en el suelo, frente a un singular espejo que refleja su imagen y, al disparar mi cámara fotográfica, descubrí, con emoción, que yo mismo aparecía sobre sobre su cabeza.
Por un momento, pues, estuve en la mente de Dalí, de donde surgieron tantas obras geniales, algunas de las cuales podemos revivir en este recorrido fascinante.
Sobre las ruinas de un teatro
El Museo Salvador Dalí en Figueras es el objeto surrealista más grande del mundo, se informa en el plegable que distribuyen a su entrada.
El mismo artista fue quien decidió hacerlo en este lugar, sobre las ruinas del Teatro municipal que fue destruido al final de la Guerra Civil Española, tras haber donado cuanto allí se exhibe al Estado español, según estableció en su testamento.
Él participó, a su vez, en el diseño y la construcción, por lo que está presente en las 22 salas y, sobre todo, en la planta baja, donde yace en su tumba, aunque su deseo era que fuese sepultado en su propio castillo.
Dicho esto, podemos ya empezar a hacer el recorrido por el Museo Dalí. Los invito a que me acompañen, queridos amigos.
Plaza de Gala y Dalí
Nuestro recorrido por el Museo Dalí empieza, obviamente, por su entrada, la cual se encuentra en la Plaza de Gala y Salvador Dalí, que también es un museo al aire libre, con las características que identifican al genio catalán.
Así, al frente de la puerta se levanta el Monumento al filósofo Francesc Pujols, quien parece estar rodeado por tres esculturas del pintor Meissonier, en posiciones y actitudes diferentes, con el famoso átomo de hidrógeno escondido entre los árboles.
Bajando las escalas, en un pequeño descanso, está el Homenaje a Newton con su manzana-bola. en tácita alusión a la ley de la gravedad, y contra la pared, en urna de cristal, Dalí con un televisor en su cabeza, como representando al hombre contemporáneo.
iQué gran bienvenida para ingresar, a continuación, en el Museo Dalí!
Gala, como una diosa
Dalí no existe sin Gala, decía el maestro. Por eso la plaza del Museo, como ya vimos, fue llamada con sus nombres, estando primero el de ella que el suyo, acompañándole también en la firma de algunos cuadros durante sus últimos años de vida.
Era su musa, su razón de ser, su todo. Y el propio artista lo proclamaba así, a cuatro vientos, como muchos de nosotros aún lo recordamos.
Nuestro recorrido por el Museo Dalí tenía, por tanto, que empezar con Gala, quien aparece representada en varias pinturas como tenía ser: como una diosa.
Diferentes etapas
Aunque en el Museo Dalí hay obras de sus etapas cubista, impresionista y futurista, lo que todos buscamos allá son, sobre todo, las del surrealismo, al cual representan en grado superlativo. Y claro, ninguno de los miles de visitantes queda defraudado en tal sentido.
Aquí y allá saltan las imágenes sorprendentes de sus cuadros y esculturas, por las cuales compiten unos y otros para obtener sus mejores fotografías y videos.
Cabe anotar que en el Museo hay también unas pocas obras que no son de Dalí sino de otros artistas, amigos suyos.
El culto a sí mismo
Acá no podían faltar, ni mucho menos, sus obras sobre sí mismo, siendo Dalí el único protagonista, según cabe esperar de él, un narcisista puro, incólume, fuera de serie.
En cada una de estas obras se revela como el extraordinario artista surrealista que era, no sólo como pintor, escultor y poeta o escritor, sino como persona, como ser humano único, excepcional.
Su estilo paranoico, del que tanto se enorgullecía, aflora por doquier.
Joyas que son obras de arte
En una de las 22 salas del Museo Dalí está la colección de sus joyas, que son también obras de arte, donde el oro siempre está presente con diversas formas y figuras, con su estilo singular e inconfundible, en las que de nuevo la imaginación desbordante hace de las suyas.
De dicha colección es preciso destacar dos joyas en particular: una, la que lleva su nombre junto al de Gala, y otra, donde se lee «Ávida Dollars», el famoso anagrama de André Breton con las letras de Salvador Dalí para atacar su avidez de dólares o riqueza, al ponerla -decían y aún dicen sus críticos- por encima del arte, gracias a un cuestionado mercantilismo que hasta le generó ser expulsado del surrealismo
Esta joya, hecha en oro puro, fue su respuesta a Breton, como una burla que lo perpetuaría en la historia.
(*) Escritor y periodista. Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua