Antonio Cacua Prada es juramentando por el director en funciones de la Academia Colombiana de la Lengua, Eduardo Durán Gómez. Entre otros, los acompañan el padre Diego Jaramillo Cuartas y miembros numerarios de la Institución. Fotografía de la Academia Colombiana de la Lengua.
por Claudio Ochoa
El abogado, escritor, periodista, poeta, diplomático, historiador y consagrado catedrático en numerosas universidades del país, Antonio Cacua Prada, acaba de ser galardonado Miembro de Honor de la Academia Colombiana de la Lengua. Al declararlo como tal, el director en funciones de esta Institución, Eduardo Durán Gómez, ha dicho que las insignias entregadas a Cacua Prada significan “exaltación a la máxima categoría dispuesta para los miembros de esta venerable institución, no son más que el testimonio en vida a una obra meritoria y admirable, que contribuye con creces a consolidar nuestra misión y a plasmar el numen fecundo de nuestra existencia”.
Esta ceremonia, llevada a cabo el último día de noviembre del presente 2023 en el paraninfo de la Academia, ha sido todo un homenaje a nuestra cultura y civismo, tan golpeados desde lo máximo del poder público, los ministerios y el Congreso Nacional, pasando por los medios de comunicación social. Cacua Prada y Durán Gómez nos han hecho notar que fuimos y somos merecedores de ser la Atenas Suramericana, aún quedan semillas que deben dar frutos.
Los numerarios de la Lengua otorgan el título de Académico de Honor basados en minuciosos estudios sobre una candidatura, y Cacua Prada se lo ha merecido de manera unánime, tras 33 años de entrega a la entidad, como su miembro correspondiente y luego su miembro de número, además de decenas y decenas de aportes a la investigación histórica y literaria, llegando a escribir casi 200 obras.
En su discurso agradeció a Dios, a sus padres, a su tierra y a quienes le han precedido en las letras y en la Academia. Citó a su paisano santandereano, el poeta Rafael Ortiz González, quien le cantó a su pueblito de nacimiento:
“San Andrés tierra garrida
heroica y estremecida
todo te lo debo a ti.
San Andrés tierra querida
pueblo donde yo nací”.
A don Rufino José Cuervo, quien creó el lema “La lengua es la patria”, acogido para el escudo de la Academia. Recordando su momento histórico citó una composición del bumangués Aurelio Martínez Mutis:
“Ya el amor y el placer me son extraños;
un frío, una tristeza sin medida
me invade; apenas cumplo 92 años
y está ya seca y sin verdor mi vida”.
Al jesuita chitarero Manuel Briceño Jaúregui, ex director de la Academia, autor de:
“Gratitud en las almas es nobleza,
es júbilo impregnado de tristeza,
una emoción que ahuyenta suspicacias”.
Y en lenguaje humano el hombre altivo,
tratando el modo de expresarla, vivo,
halló tan solo una palabra: Gracias”.
Agradeció también al Padre Diego Jaramillo Cuartas, Presidente de la Corporación el Minuto de Dios, Presidente de la Academia de Historia Eclesiástica de Bogotá, y miembro honorario de esta Academia, por la publicación de su obra “Colombia- Estados Unidos. Bicentenario de una amistad. Don Manuel Torres, Primer Embajador Colombiano en Washington”, libro que Cacua Prada presentó durante su investidura como Académico Honorario.
Con la sobriedad que demandaba el momento, la ceremonia fue realzada con el apoyo del maestro Jorge Zapata, la contralto Bibiana Patiño, el tenor Josele Cabrera y el barítono Juan Camilo Valderrama. Además de la Banda Sinfónica de la Escuela de Policía General Santander, con el maestro Óscar Hernán Benavides Barón en su conducción. Interpretando desde el Himno Nacional hasta cantares colombianos y muy santandereanos, en particular.
DON MANUEL TORRES Y EL RECONOCIMIENTO DE NUESTRA INDEPENDENCIA
“Colombia- Estados Unidos. Bicentenario de una amistad. Don Manuel Torres, Primer Embajador Colombiano en Washington” ha sido la obra presentada por Cacua Prada al recibir la Membresía Honoraria de la Academia.
Un español que por adopción fue granadino-colombiano, y cuya vida y obra fue investigada por Cacua Prada durante varios lustros, junto al académico, historiador, maestro y periodista español, don Manuel Peláez del Rosal.
Manuel José Casto Trujillo fue el nombre original de este personaje (nacido en 1763), quien llegó a la Nueva Granada con el patrocinio de la Corona española, pero luego cayó en desgracia, acusado de revolucionario y afrancesado. Entonces sus bienes los administraba el amigo y coronel retirado de milicias, don Apolinar de Torres y Arellano, y este le aconsejó que adoptara un seudónimo, tomando el nombre de Manuel Torres, el TORRES en gratitud para con su cercano Apolinar.
Partió hacia Curazao, y allí le arreglaron la documentación para que entrara a Filadelfia EE.UU. (1796), uniéndose al coronel William Duane, editor del periódico “La Aurora”, fundado por Benjamín Franklin. Desde allí –escribe Cacua Prada– sirvió a las actividades revolucionarias de los hispanoamericanos, recibiendo en “La Aurora” al General Francisco de Miranda y el coronel Simón Bolívar. Duane lo vinculó a la sociedad de Filadelfia, a altos funcionarios del estado, a la banca, al periodismo y al comercio.
Dedicó tiempo y esfuerzos a la comunicación entre los estadounidenses y los latinoamericanos, de manera que creó y puso en práctica una gramática para que los centro y suramericanos aprendieran el inglés. Por iniciativa suya también comenzaron en Filadelfia y en Norteamérica la enseñanza del castellano como segunda lengua. Cacua Prada estableció que Torres es recordado por ser el inspirador de la doctrina Monroe, de “América para los americanos”.
Ya formándose Colombia como tal, Torres fue nombrado embajador del país ante los EE.UU., presentando credenciales en 1822 al presidente James Monroe, con lo cual esa nación reconoció la independencia de Colombia. Esto sirvió de base para que EE.UU. admitiera a continuación la libertad de los países de centro y sur América.
Finalizando su misión, cita que Torres escribió a la Cancillería colombiana: “La enfermedad que me tiene en mi aposento la causó la escasez y miseria en que me encontró el otoño, sin el menor recurso para procurarme lo más necesario aquí para mi existir, esto es ropa y leña”.
HOMENAJE DE DURÁN GÓMEZ
Las circunstancias han permitido que sea el director en funciones de la Academia Colombiana de la Lengua, Eduardo Durán Gómez quien entregue el reconocimiento honorífico a su paisano Antonio Cacua Prada. El primero de estos, nacido en Chima, municipio santandereano de 3.087 habitantes, a 166 km. de Bucaramanga, según Wikipedia. Cacua Prada nacido en San Andrés, de 2.621 habitantes en su parte urbana, a 103 km. de la capital santandereana.
Sobre la amistad entre ambos, ha dicho el homenajeado que “conocí al niño Eduardito cuando apenas tenía tres añitos de edad. Su exaltación y nobleza de conceptos comprometen mi perdurable agradecimiento. Desde entonces hemos construido una amistad sin sombras”.
Al presentar al nuevo Académico Honorífico, el director Eduardo Durán Gómez resaltó que “ le ha dedicado intensas y dilatadas jornadas a consolidar nuestro objetivo institucional en torno a los requerimientos de nuestra lengua castellana”… “hemos contemplado la figura de Antonio Cacua Prada discurriendo por todos los rincones, llevando y trayendo libros, acercándose a los grandes pensadores y buscando luces para iluminar sus inquietudes intelectuales, que le permitan alimentar sus ideas, argumentar sus propuestas y proyectar su conocimiento asociado a los grandes pensadores”.
Remontó al origen de Cacua Prada, y a su hogar “de dos educadores santandereanos consagrados y sobresalientes, fue criado en un ambiente en donde todo giraba en torno a la educación, al conocimiento, a la proyección del pensamiento y al rigor de la conducta humana”. A la vez que destacó los múltiples géneros que ha cultivado: “el literario, el periodístico, el poético, el lingüístico, y aquél motivador y formador de la instrucción, que supo desarrollar en su calidad de maestro de distintas universidades y cuando ejerciera, lleno de merecimientos, la rectoría del Instituto de Historia de Colombia, en donde enriqueció esa ciencia, hoy expósita de manera lamentable y punitiva, de los programas de la enseñanza oficial”.
Con plena seguridad, la otorgada por los testimonios del bien realizar, debemos reconocer que contamos con un colombiano que ha ayudado a enriquecer y preservar nuestra historia a través de sus múltiples investigaciones y escritos (es miembro de la Academia Colombiana de Historia), a la vez que sigue enalteciendo nuestra lengua castellana, con eminentes aportes. Historia y lengua, dos importantísimos pilares de nuestra nacionalidad, gravemente amenazados desde sus raíces, en sus contenidos y en sus realidades…