JORGE YARCE: Cómo gestionar la ética en las empresas?

Por: Jorge Emilio Sierra Montoya (*)

¿Sí es posible medir los valores éticos en una empresa? ¿Cómo pasar de la teoría a la práctica en ese
campo, generando cambios de conducta o comportamiento en todos los empleados? ¿Cómo, en fin,
gestionar la ética a nivel corporativo?… Lecciones de Jorge Yarce, fundador del Instituto Latinoamericano
de Liderazgo.

Causa de la crisis económica

La ética empresarial está en boga. ¿Por qué? Según el fundador del Instituto Latinoamericano de
Liderazgo, Jorge Yarce, por la crisis económica mundial de los últimos años, una de cuyas causas
principales es precisamente la falta de ética en los negocios, desde Wall Street en Nueva York hasta
importantes bancos y poderosas empresas, involucrados en actividades ilegales.
Es lo que sucedió -recuerda- con la crisis hipotecaria en Estados Unidos, originada en especulaciones
financieras indebidas, a través de mecanismos como los derivados y el manejo irresponsable de las
carteras, todo por ir en busca de ganancias exorbitantes, o sea, por el afán de enriquecimiento fácil e
ilícito.
“Dicha crisis fue causada -insiste- por administradores que fueron más allá de donde debían ir, asumiendo riesgos por fuera de la ley y de la ética”.
Admite, sin embargo, que la ética siempre ha sido importante en el mundo empresarial, donde antes se le
consideraba un asunto extraño, propio de la filosofía, la moral y la religión, no de los hombres de
empresa, ni de la actividad económica. Ni siquiera -observa- era estudiada así en los programas
universitarios de Administración, restringidos casi siempre a cuestiones técnicas, operativas.
Es por ello que la ética empresarial -agrega en tono didáctico, de experto profesor y conferencista- sólo
tomó forma como disciplina especializada en las últimas décadas, hacia mediados del siglo pasado, y
especialmente ahora, cuando hay un verdadero boom en tal sentido, asociado también a la
Responsabilidad Social Empresarial (RSE).
“Los dos temas están muy relacionados, pero no deben confundirse”, advierte.

Ética empresarial y RSE

Según Yarce, resulta obvia la relación de la ética empresarial con la RSE, cuyo gran fundamento es ético.
De hecho, no puede haber Responsabilidad Social Empresarial sin ética en la empresa. Al fin y al cabo, la
misma responsabilidad alude a los deberes de la compañía, en este caso sus deberes con la sociedad y,
en general, con los diferentes grupos sociales.
Más aún, en su opinión, el citado auge de la ética en los negocios precedió al de la RSE y, en gran
medida, le dio origen. Es posible, claro está, que el nombre empleado entonces no fuera el de ahora, ni
mucho menos lo sea su significado. Pero, una amplia bibliografía confirma, al parecer, dicho aserto.
Son evidentes, no obstante, las diferencias entre ambos conceptos, a pesar de sus múltiples relaciones.
La RSE -explica- trata especialmente sobre la responsabilidad de la empresa con su entorno, con la
comunidad que le rodea, implementando, en consecuencia, las acciones de ayuda y desarrollo frente a
las necesidades que allí se identifican.
En cambio, la ética empresarial -agrega- se concentra en cómo ese manejo de la empresa se ajusta a los
estándares éticos, no tanto a las normas legales, por necesarias que sean, tanto en el plano personal, de
cada individuo, como de la organización en su conjunto.

“Es como si la RSE tuviera que ver más con los otros, hacia fuera de la empresa, mientras la ética
interesa en sí misma, teniendo en cuenta a las personas en sus propias conciencias”, argumenta con
base en su profunda formación académica, respaldada nada menos que por dos títulos de Doctorado en
Filosofía, obtenidos en universidades españolas.
“La RSE es un valor que mira más hacia la comunidad”, sentencia al recordar, de pasada, que la
responsabilidad social es un valor, entre otros, de la ética empresarial, la cual tampoco se reduce a los
valores morales, indispensables a todas luces.
Éstas son cuestiones académicas, se dirá. No lo son tanto, en realidad. O son igualmente prácticas y
deben serlo. Por ello, el Instituto a su cargo se centra ahí, en el comportamiento ético de la empresa, de
todos sus miembros y hasta de sus grupos de interés -stakeholders, en la jerga de la RSE´-, sin dejar el
asunto en el aire o en meros códigos de ética o de buen gobierno.
¿Cómo hacerlo? He ahí el gran dilema.

De la teoría a la práctica

En sus treinta años de existencia del Instituto Latinoamericano de Liderazgo –ILL- ha abordado un
liderazgo con valores éticos y, de manera particular, cómo gestionar la ética en las empresas para
garantizar que de veras funcione y se convierta así en algo operativo, funcional, a lo que, por cierto, están
acostumbrados los empresarios y directivos empresariales.
Pero, ¿cómo?, se preguntará de nuevo. En primer lugar, se requiere -dice Yarce- una visión completa de
la ética, lejos de quedarse en una ética personal, del empresario o de cada empleado. Se trata, sí, de la
ética empresarial o de la empresa, más allá de una ética individual, a la cual también incluye.
“La ética empresarial es distinta a la ética personal, pero la recoge”, sostiene.
¿Y cuál es -insistirán ustedes- esa visión integral de la ética? Muy simple: comprende principios, valores y
conductas, válidos para todos los empleados y que comprometen a toda la empresa frente a sí misma y
las demás organizaciones, actuando siempre con ética ante la comunidad, el Estado o el gobierno, los
clientes y proveedores, etc.
En la práctica, esto implica incorporar las políticas éticas al plan estratégico de la empresa, junto a la
misión, la visión y naturalmente los valores; comprometer a la alta dirección, incluyendo a los socios o
accionistas, en la cabal aplicación de esas políticas, y no sólo elaborar el código ético o de buen gobierno
sino ponerlo en marcha, que es lo fundamental.
¿Cómo? Basten algunos ejemplos: con los proveedores, establecer medidas concretas, como la
prohibición de regalos que eviten la independencia y objetividad necesarias para las compras, o
restringirlos a ocasiones especiales o que sean apenas de manera simbólica.
Disposiciones, además, sobre conflictos de interés, riesgos financieros, contratación, etc., que al violarse
generen las sanciones correspondientes, no siempre de carácter jurídico, siendo en ocasiones suficiente
la sanción moral.
“Las empresas deben cumplir la ley, pero también las normas morales”, precisa mientras avanza en el
proceso de gestión de la ética empresarial.

Construcción de valores

Sigamos. Deben haber, claro está, estrategias de ética integradas al plan estratégico, con valores
definidos de antemano como los fundamentales para la compañía, y esto exige, a su vez, un proceso de
construcción de valores corporativos, en el que haya una amplia participación del personal.
¿Para qué? Muy simple: para que las estrategias éticas acordadas sean efectivas, desde la formulación
del Código Ético o de Buen Gobierno hasta las estrategias de comunicación, tanto internas como
externas, o el establecimiento de mecanismos para denunciar conductas indebidas.

Lo prioritario, sin embargo, es lograr que los empleados, sin excepción, vivan esos valores, se generen
los cambios positivos en su comportamiento y, a fin de cuentas, ello se traduzca en mejor ambiente
laboral, más productividad y eficiencia, menos corrupción, mejores relaciones con los grupos de interés,
etc.
Ésta no es una tarea fácil, sin duda. La mayoría de las empresas ni siquiera alcanzan a llegar acá y se
quedan, por lo general, en la primera etapa, de simple formulación de la estrategia, o sea, en buenas
intenciones, que nunca bastan.
En cambio, el ILL ha desarrollado, en sus tres décadas de vida, una metodología apropiada para “vivir los
valores” y modificar las conductas personales en el marco de la ética empresarial, la cual aparece
consignada en varios libros y está respaldada en su aplicación por parte de numerosas organizaciones en
Colombia y el exterior.
“Este trabajo requiere tiempo. No se logran buenos resultados sino a largo plazo”, afirma Yarce, quien
destaca los procesos de aprendizaje en ética que deben emprenderse con base precisamente en sus
metodologías.
Es un error creer, según él, que una empresa sea ética en sentido estricto, incluso con auténtica
responsabilidad social, por una conferencia, un taller o un curso breve, tras los cuales unos y otros salen
convencidos de haber cambiado para bien, en la práctica. Eso, además, cuesta…

La ética, un buen negocio

“La ética es un buen negocio”, suele decirse. Ya esta expresión se ha convertido en lugar común. Pero,
¿lo es, en verdad? ¿Y los buenos negocios son siempre éticos o, por el contrario, hay buenos negocios
que no lo son? ¿Ser ético sería, por tanto, un mal negocio, partiendo de los elevados costos que puede
representar un plan integral como el que acabamos de esbozar?
Para Yarce, no hay duda al respecto. Sí es un buen negocio, es el mejor negocio que cualquier
empresario puede hacer, y cuando la ética se gestiona en sentido estricto, con las mediciones de rigor
según los indicadores del ILL, los resultados positivos saltan a la vista, aún en el plano financiero, según
les consta a las organizaciones que han desarrollado este plan integral de ética empresarial.
¿Y usted, amigo lector, qué está esperando para hacerlo?
(*) Exdirector del periódico “La República”. Autor del libro “Maestros de la Responsabilidad Social
Empresarial”, cuya nueva edición está próxima a salir en Amazon.