Ológrafo: Conversación de amor

Ilustración de Peakpx

por Juan Pabón Hernández (*)

El amor se halla en la lejanía de un crepúsculo universal, donde se alojan los valores supremos, y sólo se asoma -de vez en cuando- colgado en trocitos de lluvia, para regar de sueños el tiempo mortal.

Nace, como una crisálida, envuelto de libertad, y así debe permanecer, inmune al juego seductor del destino que lo hace aparentemente bello (o cruel) en unos ojos, en una sonrisa con hoyuelos o en una nostálgica trenza. 

Se inspira en retazos, en viejas ausencias, en flores enamoradas de su aroma, o en recuerdos que salen a pasear por un matiz de cielo, con ventanas abiertas a la añoranza de paz que trae la levedad del viento.

En ocasiones se parece al veloz batir del colibrí, pero, en otras, se paraliza por un instante ante la corola orgullosa de una orquídea que lo subyuga, antes de atreverse a volar a donde no lo hiera la melancolía.

Y debe ser -siempre- ideal, posarse en alas de mariposas, ser capitán de un ovillo de ilusiones, egoísta a veces, muy prevenido al conversar con otros amores y, eso sí, pródigo en ternura y soledad, sus aliadas. 

Su hogar es la cara oculta de la luna, de la que nada sabemos, y por ello nos invita a inventarlo con el misterio del silencio, a entretejerlo, como hacen las horas serenas con la sombra ingenua de la luz de una lámpara. 

Cuando comienza a intuir la inmortalidad crece inmenso, supera las orillas temporales, se resiste al olvido y se adhiere al eco lento e infinito de los siglos. (Moraleja: Cuando los humanos lo queremos hacer real…huye temeroso).

(*) El autor, Juan Pabón Hernández, cucuteño de toda la vida. Ex presidente de la Academia de Historia de Norte de Santander y poeta consagrado. Catedrático. Es editor de «Imágenes», revista dominical del Diario La Opinión de Cúcuta.